domingo, 3 de julio de 2016

La novela filosófico-alegórica: Baltasar Gracián y El Criticón. S.XVII

La novela picaresca barroca: El Buscón de Quevedo

La joya literaria del género picaresco es una obra de Quevedo, Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños, publicada en 1626.

Estructura y temática de El Buscón

Su estructuración es perfecta: Quevedo cede su voz al narrador Pablos, que selecciona episodios de su vida de forma cronológica y retrospectiva. Marca la secuenciación desde el nacimiento hasta la huida a Indias en tres libros, donde desarrolla la trayectoria mítica del pícaro.
La novela se divide externamente en dos partes: Libro primero (dividido en trece capítulos) y Libro segundo (dividido en diez capítulos).
En el primer libro, se narra el nacimiento de don Pablos, el pícaro, en Segovia, de padres deshonrosos. Tras ser confiado como criado a don Diego Corone, entra en la casa del Dómine Cabra, que les hace sufrir hambre extrema. Enfermo, pasa la convalecencia en casa de don Alonso y viaja después a la universidad de Alcalá.
A partir del capítulo V, asiste a don Diego en sus estudios en Alcalá, donde sufre crueles novatadas de los estudiantes y de sus criados. Inicia sus travesuras. Tras recibir de un tío suyo, verdugo, noticias de la muerte de su padre en la horca, abandona Alcalá.
En el capítulo VIII vuelve a Segovia. Tras visitar a su tío y cobrar la herencia, abandona la ciudad.
En los capítulos XII y XIII, viaja a Madrid y es informado de las curiosidades de la vida en la Corte por Toribio Rodríguez Vallejo.
La segunda parte se inicia con las correrías de don Pablos por la Corte. Tras varios sucesos, es metido en la cárcel junto a Toribio. Pablo sale gracias a un soborno.
En el capítulo V y siguientes de esta segunda parte, Pablos se finge rico, cosa muy común en la época, con el ánimo de conseguir una esposa rica, pero es descubierto por Diego Coronel y tiene que renunciar  a la boda ya preparada.
Del capítulo VIII al X se muestra la incapacidad, ya conocida, del pícaro de ascender en la escala social. Por el contrario, se hace mendigo y viaja a Toledo como representante, autor y actor de comedias. Viaja después a Sevilla y vive con unos jugadores hasta que matan a dos corchetes (funcionarios de justicia encargados de apresar a los delincuentes). Dado su fracaso en la península, piensa en probar fortuna marchándose a las Indias, a América.

Un estilo extremado

Su idioma es una auténtica genialidad barroca: utiliza la intensificación, la condensación, el juego de palabras, el chiste, creando parodia mediante procedimientos lingüísticamente normales. Esta profusión de recursos obedece a una necesidad expresiva: provocar efectos cómicos que, junto a la esperpéntica galería de personajes, son fruto del espíritu mordiente y burlón de Quevedo.
Leer el Buscón:
quellos de vosotros que queráis leer la obra, no tenéis más que acercaros por la biblioteca del instituto y pedirla. Os encantará. Si preferís leerla en formato digital, pinchad en la imagen y podréis leerla en una edición digital a partir del manuscrito Bueno.
Si os apetece consultar una edición facsímil, no tenéis más que pinchar aquí.
¿Qué Quevedo quieres? La Universidad de Santiago de Compostela tiene una interesante página web sobre el autor. Consúltala aquí.
Morfeo teatro nos ofrece una puesta en escena en la que se ilustra la célebre novela:

La novela filosófico-alegórica: Baltasar Gracián y El Criticón

gracian
Baltasar Gracián (1601-1658), uno de los más geniales escritores de la época, es el representante indiscutible de este género. Publicó El Criticón, bajo el seudónimo de Lorenzo de García Morlanes,  en tres partes entre 1651 y 1657, a pesar de la hostilidad de sus superiores.
El Criticón es una novela filosófica que culminó el proceso de desnovelización, iniciado por el Guzmán de Alfarache con sus digresiones morales y continuado por El Buscóncon su tratamiento caricaturesco.
220px-Criticon-3Los protagonistas son Critilo, un hombre maduro, racional y prudente, y Andrenio, un joven salvaje que vive en una isla, carente de formación y experiencia vital. Gracián relata cómo Andrenio, que vive en estado natural en la isla de Santa Elena, salva al náufrago Critilo de perecer ahogado. Después de enseñarle a hablar, Critilo descubre que Andrenio es su hijo. Juntos embarcan en una nave y emprenden un largo peregrinaje por distintos países, unos reales y otros fantásticos, hasta llegar a la isla de la inmortalidad.
Gracián utilizó la estructura de las novelas bizantinas para narrar el peregrinaje de sus dos protagonistas, Critilo y Andrenio (símbolos del hombre-juicio y el hombre-instinto), por tierras de España, Francia, Alemania e Italia, tomadas como lugares alegóricos que se correspondían con las cuatro edades de la vida: niñez, juventud, madurez y vejez. Los múltiples y variados episodios vividos por los protagonistas sirven a Gracián como ejemplo narrativo de su visión desolada y ascética del mundo. En la obra son perceptibles, entre otras, las influencias de Séneca, la literatura medieval, la picaresca, el Quijote y Góngora.
Sustituyó el tratamiento realista por el simbolismo y la reflexión filosófica sobre la existencia y la condición humanas bajo el prisma de la intención moral, la visión pesimista del mundo y el concepto de la vida como una lucha llena de trampas para el hombre.
Los recursos habituales del conceptismo y aún del culteranismo, están presentes en la prosa intelectual de Gracián, caracterizada en su rigor y densidad por la concisión de la frase, el léxico selecto y la abundancia de antítesis, juegos de palabras y elipsis.
En busca iban de los hombres, sin poder descubrir uno, cuando al cabo de rato y cansancio, toparon con medio, un medio hombre y medio fiera. Holgose tanto Critilo cuanto se inmutó Andrenio, preguntando:
—¿Qué monstruo es este tan extraño?
—No temas— respondió Critilo— que este es más hombre que los mismos, este es el sabio Quirón.¡Oh, qué bien nos viene y cuán a la ocasión!, pues él nos guiará en esta primera entrada del mundo y nos enseñará a vivir: que importa mucho a los principios.
Fue para él, saludándole, y correspondió el centauro con doblada humanidad, díjole cómo iban en busca de los hombres y que después d ehaber dado cien vueltas no habían podido hallar uno tan solo
—No me espanto—dijo él—, que no es este siglo de hombres; digo, aquellos famosos de otros tiempos. ¿Qué, pensabais hallar ahora un don Alonso el Magnánimo en Italia, un Gran Capitán en España, un Enrico Cuarto en Francia haciendo corona de su espada y de sus guarniciones lises? Ya no hay tales héroes en el mundo ni aun memoria dellos.[…] Pero decidem, ¿dónde los habéis buscado?
Y Critilo:
—¿Dónde los habemos de buscar, sino en la tierra? ¿No es esta su patria y su centro?
—¡Qué bueno es eso!—dijo el centauro—. ¡Mirá cómo los habíais de hallar! No los habéis de buscar ya en todo el mundo, que ya han mudado de hito: nunca está quieto el hombre, con nada se contenta.
—Pues menos los hallaremos en el cielo— dijo Andrenio.
—Menos, que no están ya ni en cielo ni en tierra.
—Pues ¿dónde los habemos de buscar?
—¿Dónde? En el aire.
—¿En el aire?
—Sí, que allí se han fabricado castillos en el aire, torres de viento, donde están muy encastillados, sin querer salir de su quiera

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